Asistir a una reunión en la que se conoce a algunos asistentes sólo por su actividad virtual en la red tiene un interés extraordinario. Por fin pones rostro a personas que sigues, admiras y de las que has aprendido mucho de sus andanzas por internet. Puedes compartir y escuchar ideas e inquietudes de su propia voz. Puedes incluso compartir mesa y mantel en el desayuno y en la comida. Verdaderamente, un lujo y, probablemente, un signo de estos tiempos.